CAPÍTULO 20: DE LA CUNA A LA TUMBA / CHAPTER 20: FROM THE CRADLE TO THE GRAVE




CAPITULO 20 – DE LA CUNA A LA TUMBA


Yo nací en un mundo condenado a la destrucción. ¿De qué otro modo podría si no terminar nuestra raza?


Desde nuestra primera respiración somos esclavos de una serie de necesidades que nos fueron impuestas. Necesidades que provocan la frustración de los necesitados para satisfacer el apetito insaciable de los que lo poseen todo, menos sentido común, y mucho menos felicidad.


La felicidad, que extraño concepto, con un significado distinto para cada persona y para cada momento. Lo que hoy te hace feliz mañana puede transformarse en cenizas en tu boca y puñaladas en el corazón. Recuerdo días en los que el solo sentir la respiración y las caricias de un progenitor a su hijo ya era motivo más que suficiente para sentirme dichoso. Días en los cuales no existían las preocupaciones más allá de lo que pasaba en ese mismo instante, en aquel mismo lugar. Cuando las necesidades aun no eran dueñas de mi tiempo ni de mis energías. Son los niños los únicos seres libres de la humanidad, y solo lo son hasta que adquieren, por cultura o por imitación, la codicia por tener más.


Tanta es la presión que soportamos procedente de nuestra familia, de las religiones que profesan, de su estilo de vida y código moral, el cual nos imponen por inercia, sin maldad, que cuando no damos la talla, cuando no somos como ellos esperan, pronto aparece un nuevo sentimiento, posiblemente el más dañino de todos: la culpa.


El pecado y la decepción, contra nosotros mismos y nuestros principios, o contra nuestros seres amados y admirados y los principios y creencias vacías que intentan imponernos, son las cadenas más poderosas que los dioses concibieron. Y en un mundo en el cual siempre se puede aspirar a más, a tener más, a ser más poderoso, nunca te puedes librar de cuestionarte o de culparte por no ser quien no eres, ni serás.




                        CHAPTER 20 – FROM THE CRADLE TO THE GRAVE


I was born in a world condemned to destruction. What other end could our race meet?

Since our first breath we´re slaves of needs that were imposed to us. Needs that create frustration on those who want to own everything, lower their intelligence and make them less happy.

Happiness, such a strange concept, with a different meaning depending on who and when. What made you happy today could become ashes in your mouth and stabs to your heart. I remember the days when feeling the breath and the caress of a loving parent was more than enough to feel happy about. Days without worries beyond the present. When needs weren´t owners of my time nor my energy. Children are the only free beings in mankind, and just until they acquire, by culture or mere imitation, the greed of having more.

So is the pressure coming from our families, their religions, their lifestyles and moral codes; imposed on us by inertia, no wrong intended, but leaving you with a new feeling when you don´t meet their expectations, the most hurtful feeling: Guilt.

Sin and disappointment, to ourselves and our principles, or to our beloved and admired ones and their principles and believes which they try to impose us, are the most powerful chains created by the gods. And in a world built to achieve greater things, you can never escape the guilt of not being who you could be, not now, not ever.

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